martes, 14 de abril de 2009

Ya tenemos el 2º capítulo de nuestra ODISEA, gracias a Alba B. y Begoña:

Mientras estaba en el tren hablando con Menelao por el msn, se me quedó el portátil sin batería y no me dio tiempo a preguntarle si había ido algún día a ver a mi esposa Penélope y ami hijo Telémaco. Por suerte me dio el tiempo justo para decirle que me dirigía a Marsella y que ya estaba cerca así que él me contestó que me esperaría junto a la estación.

- Hola, amigo, dijo Menelao con una extraña voz.

- ¿Menelao?, pregunté yo extrañado por el nuevo aspecto de mi viejo amigo.

- ¿Qué pasa, Ulises, has visto a un fantasma?, me dijo riéndose.

- No, solo es que te veo distinto. Contesté.

- Bueno, vayamos a mi casa, y allí, te lo explicaré todo, me dijo él muy contento.

Cuando llegamos a su casa no me lo podía creer, estaba rodeado de lujo pero faltaba algo que la última vez sí estaba. Entonces le pregunté:

- ¿Dónde esta Helena?

- Me dejó hace dos años por un moro de los que venden discos piratas los sábados.

- No lo sabía, lo siento y, ¿dónde están Hermíone y Nicóstrato?

- Se casaron y no he vuelto a saber nada de ellos, contestó.

- Bueno, Ulises te voy a contar lo que sé sobre tu familia, que es a eso a lo que has venido. De tu hijo Telémaco solo sé que ya esta muy grande y que lleva muy buenas notas. Y de Penélope me han contado que sigue esperándote y conectándose todos los días al ordenador para hablar un rato con tigo, pero que nunca estás conectado.

- No, porque a las horas que se conecta ella estoy muchas noches viendo el fútbol en el ordenador, entones si me conecto no me entero de nada.

- Ah, pues eso está bien. Y ya no sé nada más de ella.

- Salgamos a dar una vuelta, propuso Menelao.

- Buena idea, contesté.

Entonces bajamos y me estuvo enseñando todo lo que había en Marsella cuando de repente un hombre se acerco a nosotros y me dijo:

- ¿Tú eres el famoso Ulises?

- Sí, ¿por qué? Contesté.

- Quería conocerte para pedirte un autógrafo para mi hijo que es un gran admirador tuyo.

Entonces yo saqué un bolígrafo azul que llevaba y le firmé el autógrafo.
En agradecimiento Javier, que es como se llamaba ese señor me dijo que en una ciudad cerca de aquí actuaba esa tal Penélope por la que anteriormente había preguntado en Barcelona.
Pero yo no sabia dónde se encontraba esa ciudad, ya que no había oído nunca hablar de ella, por suerte Menelao si que sabia de qué ciudad se trataba y me dijo que casualmente él quería vivir una aventura y que tenía un yate.
No me lo pensé dos veces. Mi amigo y yo cogimos algo de comida, unas películas para verlas en su televisión de plasma y partimos hacia esa ciudad.
Amigo mío, empecé a decir yo, intuyo que en esa ciudad viviremos mil aventuras.

viernes, 6 de marzo de 2009

YA TENEMOS EL PRIMER CAPÍTULO DE NUESTRA ODISEA, OBRA DE FERNANDO Y ANTONIO, EN EL QUE NUESTRO PROTAGONISTA, ULISES, VIVE AVENTURAS EN BARCELONA. ¡MUCHAS GRACIAS A LOS POR LA RAPIDEZ!

CAPITULO I: VIAJE A BARCELONA


Allí me encontraba, en el puerto de Valencia esperando la llegada del crucero en el cual me embarque a disfrutar de unas vacaciones antes de llegar a Ítaca donde busque a Penélope y a mi hijo Telémaco. En mi anterior vida he sido héroe y en mi nueva vida también, debido a que he trabajado de mediador en la guerra de Israel y Palestina, para el ejército español. En mi viaje me acompaña un buen amigo y compañero de fatigas del ejército, Héctor.

-¡Aquí llega! – exclamó Héctor entusiasmado.
-¡Espérate!, tiene que desembarcar a toda esa gente.- dijo Ulises

Entramos en el barco después de una larga y ansiosa espera de una hora por lo menos. Todo allí era lujo.

-Esto va a ser, ¡inolvidable! – dijo Héctor sin venir a cuento.
- Yo lo único que quiero es llegar a Ítaca con este crucero, porque allí está mi Penélope y mi hijo Telémaco.- dijo Ulises tristemente.

El barco se puso en marcha, Héctor se despidió de su familia. “Qué suerte tienes”, dije yo a Héctor debido a la envidia que me daba, el se que en silencio. Al tercer día de travesía por el mediterráneo recibimos una llamada procedente de la penitenciaria de Barcelona. Era Polifemo, el cíclope gigante, hijo de sus padres mutantes debido a la fuga nuclear de Chernobil. Nos dijo que necesitaba ayuda, estaba en la cárcel acusado del asesinato de dos jóvenes de catorce y quince años respectivamente. Según él, se declaraba inocente, aunque yo no le creí. Rápidamente le comunicamos al capitán que nos había surgido un imprevisto y necesitábamos marchar hacía Barcelona. Cuatro día remando sin parar, sin alimento que llevarnos al a boca, Héctor se desesperaba y se moría lentamente de sed. Pasadas unas horas avisamos un ferry a lo lejos, tiramos una bengala para que viniesen en nuestra ayuda. La tripulación del ferry nos ayudó a subir a este. “Gracias buena gente, a la deriva hubiese sido nuestro fin”, dije entusiasmado. Hablamos con el capitán, nos dijo que el ferry se dirigía a Valencia, es nuestra perdición, nunca llegaremos a Barcelona.
Trascurrido días llegamos a Valencia, Héctor se despidió de mi, me dijo que no quería estar en peligro todo el rato. Yo cogí el Ave, llegué tras unas horas. Allí no me conocía ningún lugar pero gracias al GPS del móvil llegue rápidamente al talego. Allí Polifemo me esperaba, fui hablar con él. Al despiste del guardia cogí y, aprovechando que la puerta estaba abierta, nos escapamos sin más como si fuese una película de acción. Polifemo me llevó a su apartamento y allí tomamos un café. “Muchísimas gracias”, dijo Polifemo pero este va ser tu fin, no vas a saber la verdad sobre tu mujer Penélope. “Eso ya lo veremos”, dije yo a la vez que huía de aquel lugar. Una vez que se hizo la noche volví con Polifemo pero esta vez para darle muerte y liberar a Barcelona del cíclope gigante asesino que amenazaba la ciudad. Llegué a su casa y no me abrían la puerta, pero conseguí colarme por una ventana que casualmente en aquel momento se encontraba abierta. Polifemo se encontraba durmiendo, esa fue mi ocasión para ir a la cocina coger un cuchillo de carnicería y clávaselo en su único ojo cegándole por vida. La sangre se derramaba más deprisa de lo que el corría de un lado para otro. Yo me fui, como el que no sabe nada. A la mañana del siguiente día fui de turismo por la ciudad de los juegos olímpicos de mil novecientos noventa y dos. Después de varias horas aburrimiento extremo, llegamos al museo, donde un grupo de japoneses vio un cartel de los Óscar de Hollywood y se puso a cuchichear. Yo pegué la oreja, y Penélope cruz era la ganadora del Óscar a mejor actriz de reparto, decía el chino. Cuando entramos todos al museo, yo me quede fuera contemplando la foto de esa gran actriz. Era igual que mi amada Penélope, de la que iba en su busca, me extrañó mucho. Entré al templo de la antigua sabiduría y allí los asiáticos seguían hablando, pues la tal Penélope nació en Alcobendas, decía uno al resto de sus compañeros. Yo por la intriga decidí acércame a ello y preguntarles acerca de Penélope:

- ¿Sabían decirme algo sobre esa tal Penélope Cruz? – dijo Ulises educadamente.

Los asiáticos se hicieron los tonto y miraron para otro lado. Decidí volver a preguntárselo pero la respuesta fue la misma, es decir, nada. Al salir del museo seguimos el tan intenso paseo, pero yo decidí separarme del grupo y buscar el puerto marítimo. Llegado allí compré un billete para dirigirme a Marsella donde intenté encontrar pistas sobre mi familia del antaño y, si es posible, encontrarme la manera de llegar a Ítaca, donde creo yo que me espera alguien querido.