viernes, 21 de noviembre de 2008

UN VIAJE A PARÍS "DE MIEDO"


El año pasado fuimos a París mi padre, mi hermana y yo. Pasamos tres días allí. Nos alojamos en un hotel de Disneyland, que era donde íbamos. El hotel estaba muy bien, era muy bonito, Disneyland precioso…, pero si pensabais que iba a hablaros de eso, os equivocáis.
Era el segundo día por la tarde, y pensábamos ir a la torre Eiffel. Cogimos una barca (allí se llama bateau mouche) de turismo que paraba justo enfrente de la torre. La mitad de la gente que había allí se bajó en esa parada. Era preciosa, altísima, y de un color marrón. Cenamos en un restaurante (brasserie) no muy lejos de allí, ya que sabíamos que la iluminaban por la noche, y, efectivamente, la iluminaron. Estaba alumbrada con focos de luz amarilla clara y con una especie de bombillas de un amarillo más fuerte por toda la torre. No llegamos a subir porque había mucha cola y no daba tiempo. Dando vueltas por la estación, y después de habernos perdido varias veces, nos encontramos con una mujer joven que iba corriendo y se llamaba Diana. Era francesa, pero hablaba muy bien español porque había estado mucho tiempo en Sudamérica. Nos dijo que la siguiéramos y, después de largo rato, nos encontramos con más gente que, casualmente, cogían el mismo tren que nosotros. Al final, montamos en el vehículo, ¡era el último! Si no llegamos a coger ese tren, nos habríamos quedado allí.
- ¡Cómo llueve! – exclamé.
- ¿Y qué habría pasado si perdemos este tren? – preguntó mi hermana.
- Que tendríamos que haber cogido un taxi o ir andando – respondió mi padre.
Eran las tres de la mañana cuando llegamos al hotel, y sólo dos personas de las nueve que íbamos dormían en el mismo sitio que nosotros.
Fue fuera de lo normal, ¡y me encantó!

José Manuel Escutia Atienza

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